Desalación: factor clave para la sustentabilidad y el desarrollo de Latinoamérica

Desde México hasta Argentina, la desalación de agua de mar sigue posicionándose como una alternativa viable en lugares que sufren de escasez hídrica. Los avances de estas tecnologías y procedimientos han permitido colocarla al servicio de diferentes rubros como el hotelero, agrícola, minero y agua potable para la población.

Por Ivo Radic H. representante para Chile de la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua, ALADYR.

Reporte Sostenible, 6 de abril, 2020

La desalación ya no es exclusiva para países con superávit energético como los del Medio Oriente, sino que ahora es costeable para esta región y por eso somos testigos del crecimiento exponencial de su mercado. 

Hoy es casi redundante afirmar que la desalación es imprescindible para el desarrollo de Chile en términos económicos y sociales. Su aporte a la sustentabilidad de industrias como la minería es irrefutable y sabemos que es la clave para llevar agua potable a los hogares ubicados en zonas con alto riesgo hídrico, comenzando por las localidades costeras

Chile es referente regional, con una capacidad instalada de 5600 litros por segundo. No obstante, la mayoría de estos enfocados a la industria minera y en segundo lugar a abastecer de agua potable a la población, como es el caso de la ciudad de Antofagasta. La coyuntura nos obliga a incrementar seriamente este nivel de producción y adaptarla a distintos rubros, por lo que es preciso mirar experiencias fuera de nuestras fronteras.

 

La región de San Quintín, en Baja California (México), constituye uno de los mayores ejemplos de desalinización para la agricultura en esta parte del mundo. Tanto las empresas como las autoridades gubernamentales entendieron que su economía no puede depender de factores climáticos y, gracias a ello, dicho país se destaca como uno de los mayores exportadores de frutos rojos a nivel mundial. 

 

Debido al cambio climático, San Quintín vio como se perdieron dos tercios de su área de siembra en las últimas décadas y saben que las sequías serán cada vez más intensas y prolongadas por lo que se permitieron voltear la mirada al mar para su solución. 

La planta instalada el año pasado por BerryMex, tiene una capacidad de 225 litros por segundo y aspira que su abastecimiento energético provenga en su gran mayoría de celdas fotovoltaicas. A esto vale la pena acotar que las regiones Centro y Norte de Chile ofrecen condiciones óptimas para el desarrollo de la desalación alimentada por energía solar.

Otra realidad para contrastar es la de Perú. Hasta ahora la desalinización en el país vecino ha sido modesta. Cuentan con plantas de osmosis inversa para mineras en zonas áridas como Ica, Piura y Arequipa cuya capacidad no suele sobrepasar los 210 litros por segundo. También hay equipos instalados para la agricultura en Trujillo.

 

Sin embargo, Perú se prepara para hacer un salto cuántico en desalación con al menos una veintena de proyectos bajo la modalidad de Asociación Público Privada (APP). Estos proyectos están en distintas etapas de contratación y se sitúan desde la región costera de Ilo en Moquegua hasta los distritos de Lima Sur. 

 

En los acercamientos de la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua (ALADYR) y el Ministerio de Construcción, Vivienda y Saneamiento de Perú, las autoridades expresaron la voluntad de ejecutar obras a un nivel sin precedentes con el propósito de reducir la brecha en infraestructura y llevar agua y saneamiento a cada rincón del país. Agregaron que para esto la desalación juega un papel fundamental. 

 

En ALADYR seguimos de cerca el programa Água Doce del gobierno brasilero. Uno de los principales aspectos a destacar de este programa es que su fortaleza institucional ha permitido que se mantenga e intensifique aún con el cambio de administración del poder ejecutivo. 

Otro aspecto interesante de Água Doce y que podemos adoptar en Chile y en otros países de la región, es su practicidad puesto que consiste en pequeñas instalaciones descentralizadas para suministrar agua potable de calidad a una población dispersa en la región noreste de Brasil, donde existen más de 50.000 pozos cuyas aguas se tornan cada vez más salobres o con alto contenido de salinidad. Esto remarca lo que como asociación hemos venido solicitando: que las pequeñas instalaciones desaladoras no se sometan a la misma evaluación que las grandes, para que de esta manera podamos ser más ágiles en dar respuesta a la necesidad de los pequeños poblados. Hoy en Chile existen más de 15 caletas de pescadores, que tienen una pequeña desaladora para abastecer de agua potable a las comunidades, varias de éstas abastecidas a partir de energía solar. Esto se enmarca en un programa impulsado por Subpesca (actual Indespa), organismo gubernamental.

 

Es posible referirnos a otros proyectos en el golfo norpatagónico de Argentina o las zonas costeras de Colombia para la actividad hotelera. La desalación marcó presencia en Latinoamérica y por ahora solo se observa una tendencia al alza en su adopción como fuente.   

Esta alternativa, cada vez más accesible, ya superó los filtros de costos que impedían su aplicación potable o agrícola y hasta donde sabemos, los mitos acerca de su impacto ambiental tienen cada vez menos difusión. Pero la desalación aún enfrenta el reto normativo sobre la propiedad del agua desalada o la falta de estímulo frente a la explotación de las fuentes naturales de agua dulce. Desde ALADYR, proponemos revisar y actualizar las legislaciones para adoptar masivamente medidas como ésta antes de ser obligados por las condiciones climáticas y el estrés hídrico al que sometemos a los ríos, lagos y acuíferos.

 

Ivo Radic H. es Ingeniero Comercial y actualmente se desempeña como representante para Chile de la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua (ALADYR), y director ejecutivo del grupo VIGA.