Desde 2023, la viña avanza en la reconversión de sus campos hacia un modelo de agricultura regenerativa, con el objetivo de manejar el 100% de su superficie bajo este enfoque para 2026-2027.
Catalina ha sido parte central de una etapa de crecimiento y transformación para Santa Ema. La viña chilena, que logró un crecimiento del 17% en 2024 respecto al año anterior, proyecta un 8% adicional para este 2025, apalancado en la diversificación de productos y mercados. Con un 60% de sus ventas en exportación y el resto en el mercado nacional, Santa Ema ha reforzado su presencia en regiones y consolidado su posicionamiento en las principales plazas internacionales.
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Uno de los pilares actuales de Santa Ema es la sustentabilidad con visión regenerativa. Desde 2023, la viña avanza en la reconversión de sus campos hacia un modelo de agricultura regenerativa, con el objetivo de manejar el 100% de su superficie bajo este enfoque para 2026-2027. Actualmente, el 20% ya opera bajo este modelo, que busca no solo conservar los suelos, sino regenerar el ecosistema, trabajando con prácticas personalizadas por terroir y desarrollando estudios junto a universidades de Chile y del Reino Unido.
Andrés Sanhueza, gerente general de Viña Santa Ema
A esto se suma la implementación de una planta fotovoltaica que abastece el 100% de la energía utilizada en la producción de vinos y en la operación agrícola, haciendo de Santa Ema una bodega cada vez más eficiente y respetuosa con su entorno.
Además, Santa Ema está impulsando nuevas categorías como vinos sin alcohol y espumantes, conectando con tendencias de consumo actuales sin renunciar al sello de calidad que caracteriza a la marca. En paralelo, Casa EMA, su proyecto enoturístico en Isla de Maipo, se ha consolidado como un espacio para vivir la experiencia Santa Ema: visitas guiadas, gastronomía, historia familiar y el vino Catalina como protagonista del recorrido.
Los 30 años de Catalina resumen no solo la historia
de un vino, sino la evolución de una viña familiar que ha sabido adaptarse, innovar y crecer sin perder su origen. Es un símbolo de legado y visión, que hoy mira hacia el futuro con nuevos desafíos, el mismo compromiso con la excelencia y una convicción renovada: seguir escribiendo, con identidad y propósito, el próximo capítulo del vino chileno.
Un vino que evoluciona junto a su viña
Desde su origen en Isla de Maipo como un tributo familiar, Catalina ha acompañado tres décadas de transformación para Viña Santa Ema. Con más de 900 mil botellas producidas, presencia en mercados clave como Brasil, China, Estados Unidos y Chile, y un rol central en la estrategia premium de la viña chilena, hoy es emblema de una marca que avanza con foco en la innovación, la sustentabilidad y la agricultura regenerativa, proyectando convertir el 100% de sus campos a este modelo hacia 2026.
Viña Santa Ema celebra este año uno de los hitos más significativos de su historia reciente: los 30 años de Catalina, su vino ícono, símbolo de excelencia y tributo familiar. Nacido como un homenaje a Catalina Moreno, figura clave en la historia de la familia Pavone, este vino marcó un punto de inflexión en la construcción del relato enológico de la viña, siendo además testigo de una evolución estratégica y sostenible que hoy proyecta a Santa Ema hacia nuevas generaciones de consumidores.
Desde su creación, Catalina ha sido más que un vino: fue el primer paso en la construcción de una categoría ultra premium dentro del portafolio de la viña. En sus inicios, llamó la atención por su diseño rupturista —etiqueta en tela— y su cuidada composición, que lo posicionó rápidamente entre los vinos ícono del valle del Maipo.
Con su cuna en Isla de Maipo, el conmemorado vino nació como una mezcla bordolesa de Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc. Sin embargo, en 1999, con el redescubrimiento del Carménère en Chile, Santa Ema decidió reemplazar el Merlot, logrando así una nueva expresión enológica: Con la estructura del Cabernet Sauvignon, la suavidad del Carménère y el toque frutal del Cabernet Franc. El resultado: un vino redondo, elegante y profundamente ligado a su origen. Lo que comenzó con 7.000 botellas anuales, hoy alcanza las 70.000, acumulando más de 900.000 botellas producidas. Catalina está presente en Chile, Brasil, China y Estados Unidos, y juega un rol clave en la estrategia de premiunización de Santa Ema, que también incluye líneas como Cuarto Elemento, Gran Reserva y Félix, que robustece la línea ultra premium.
“Catalina es mucho más que un vino ícono para Santa Ema; es un reflejo de lo que somos como viña familiar: consistencia, visión de largo plazo y respeto por nuestro origen”, afirma Andrés Sanhueza, gerente general de Viña Santa Ema. “Este aniversario marca no solo 30 años de historia enológica, sino también tres décadas de evolución como compañía, en las que hemos logrado proyectarnos al mundo sin perder de vista lo que nos inspira: hacer vinos con identidad, con propósito y con un fuerte compromiso con la sustentabilidad”, añade.
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