Andrés Rebolledo, secretario ejecutivo OLADE
OPINIÓN
“Belém debe ser el punto de partida de una década de acción, logrando que el mundo reconozca el papel estratégico de nuestra región en la lucha contra el cambio climático”.
La próxima Conferencia de las Partes (COP30) en Belém do Pará en noviembre de 2025 no es una cumbre climática más para América Latina y el Caribe (ALC). Es un momento decisivo donde la región se presenta como anfitriona con una posición única: una matriz energética más limpia que el promedio global, un vasto potencial en recursos naturales estratégicos y una convicción de que el desarrollo sostenible debe ser el motor de su futuro.
“La participación de energías renovables en la producción eléctrica ha
saltado del 53% en 2015 al 70% proyectado para 2025”
ALC tiene la oportunidad de asumir un rol protagónico, particularmente en materia energética. A una década del Acuerdo de París, los números nos respaldan: la participación de energías renovables en la producción eléctrica ha saltado del 53% en 2015 al 70% proyectado para 2025. Como resultado, la huella de carbono del sector ha disminuido significativamente (40%), pasando de 276 kg CO2/MWh a 172 kg CO2/MWh en una década. Esto hace que el sector energético de la región represente solo el 44% del total de las emisiones de GEI, muy por debajo del 70% del promedio mundial. Somos, en esencia, una región que ha demostrado que es posible crecer con energía más limpia.
“Fortalecer la infraestructura energética, mejorar los sistemas de
almacenamiento y planificar conjuntamente el desarrollo de nuevos
combustibles son otras líneas de acción ineludibles”
Sin embargo, el camino hacia la sostenibilidad plena exige enfrentar retos persistentes. El principal es la integración regional. Nuestros sistemas energéticos, históricamente diseñados de forma aislada, deben articularse. Una mayor interconexión permitirá escalar la eficiencia de la infraestructura de generación, consolidando un círculo virtuoso de inversión en energías renovables. Además, el impulso de la electrificación, que hoy representa solo el 19% del consumo, es clave para la descarbonización de sectores esenciales como la industria y el transporte. Fortalecer la infraestructura energética, mejorar los sistemas de almacenamiento y planificar conjuntamente el desarrollo de nuevos combustibles son otras líneas de acción ineludibles.
Desde nuestra perspectiva, la COP30 debe ser la plataforma para consolidar una estrategia regional que aproveche esta ventaja comparativa. No se trata solo de nuestras reservas de litio, cobre o recursos renovables, sino de nuestra capacidad probada para descarbonizar. Si logramos los acuerdos necesarios, podemos proveer soluciones para la descarbonización global. Somos una región solución.
“Necesitamos acceso justo al financiamiento climático, transferencia
tecnológica efectiva y reglas globales que reconozcan los esfuerzos de los
países en desarrollo”
Para ello, Belém debe ser también la vitrina para reclamar un nuevo pacto de cooperación internacional. Necesitamos acceso justo al financiamiento climático, transferencia tecnológica efectiva y reglas globales que reconozcan los esfuerzos de los países en desarrollo. Se trata de construir alianzas equitativas que aceleren la descarbonización global sin comprometer el desarrollo humano y la justicia social.
La COP30 nos brinda la oportunidad de reafirmar que la energía es el corazón del desarrollo sostenible. ALC tiene todo para liderar un modelo energético propio, sostenible e inclusivo. Belém debe ser el punto de partida de una década de acción, logrando que el mundo reconozca el papel estratégico de nuestra región en la lucha contra el cambio climático.
Colaboración de:
Andrés Rebolledo, secretario ejecutivo Organización Latinoamericana de Energía – OLADE
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