La introducción de especies invasoras puede alterar drásticamente los ecosistemas marinos, desplazar especies nativas, afectar actividades productivas como la pesca y generar altos costos económicos y ambientales.
El agua de lastre corresponde al volumen de agua que las embarcaciones cargan y descargan para mantener su estabilidad durante la navegación. No obstante, en términos ecológicos, esta práctica conlleva riesgos importantes, ya que puede transportar especies invasoras, patógenos u otros organismos capaces de alterar ecosistemas marinos y amenazar la salud humana.
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En este contexto, la investigación titulada “Bioseguridad marina: un estudio de agua de lastre de los barcos que llegan al puerto de Chile” evaluó el grado de cumplimiento de la normativa internacional en el país. El estudio es liderado por el Dr. Antonio Brante, académico de la Facultad de Ciencias de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), con la participación del asistente de investigación Dr. Javier Pinochet. Este trabajo está en el marco de la línea de investigación proyecto Fondecyt N°1230158: “Marine bioinvasion and biosecurity on the Southeastern Pacific Coast: early detection and anthropic and natural mechanisms of introduction, spread and invasion” del Dr. Brante.
El tránsito marítimo es una de las principales vías de introducción de especies invasoras, dado que esta introducción puede ocurrir mediante dos mecanismos: la bioincrustación, cuando organismos se adhieren al casco de los barcos, y el uso del agua de lastre. “Para mantener la flotabilidad y maniobrabilidad, los barcos deben cargar agua como lastre. El problema es que muchas embarcaciones no descargan esta agua en los lugares establecidos por la normativa, sino cerca de la costa, lo que incrementa el riesgo de introducir especies exóticas en ecosistemas vulnerables”, explicó el biólogo marino Javier Pinochet.
La introducción de especies invasoras puede alterar drásticamente los ecosistemas marinos, desplazar especies nativas, afectar actividades productivas como la pesca y generar altos costos económicos y ambientales. Por ello, la Organización Marítima Internacional (OMI) estableció la normativa D-2, que regula la cantidad de organismos viables permitidos en las descargas de agua de lastre.
En Chile, esta normativa aún no es obligatoria, sino solo sugerida, lo que plantea un desafío importante en materia de bioseguridad. Este estudio representa el primer esfuerzo a nivel nacional para evaluar el grado de cumplimiento de la norma D-2 en los barcos que arriban a puertos chilenos y
subraya la necesidad de fortalecer su fiscalización para proteger la biodiversidad marina del país.
Principales resultados
El monitoreo se realizó a partir del muestreo de agua de lastre de 12 embarcaciones que arribaron a los puertos de Valparaíso, San Vicente y Calbuco, pertenecientes a distintas ecorregiones marinas de Chile. El estudio, que se desarrolló durante un año con el apoyo logístico de la Armada de Chile, implicó un trabajo minucioso, ya que el agua se encuentra en estanques de difícil acceso a los que se debe ingresar por escotillas.
Esta investigación corresponde al primer estudio en Chile que analiza directamente el cumplimiento de la norma internacional D-2 de la Organización Marítima Internacional (OMI), la cual establece límites específicos sobre la cantidad de organismos vivos permitidos en el agua de lastre. A diferencia de la regulación D-1, que solo exige el intercambio de agua en alta mar y cuya aplicación en Chile se limita a reportes declarativos, la D-2 busca controlar el riesgo biológico mediante parámetros medibles. El estudio abordó tanto la presencia de organismos planctónicos (fitoplancton y zooplancton) como de microorganismos.
“Se evaluaron variables como temperatura, pH y salinidad, y se identificó una alta diversidad de fitoplancton incluyendo diatomeas y dinoflagelados además de zooplancton compuesto principalmente por invertebrados marinos en estado larval”, explicó el biólogo marino Javier Pinochet.
Los resultados revelaron que la mayoría de las embarcaciones presentaron concentraciones de plancton superiores a lo permitido por los estándares internacionales, incluso en casos donde se informó la aplicación de un tratamiento al agua, previo al muestreo. Los parámetros fisicoquímicos medidos como oxígeno disuelto, temperatura y pH, se mantuvieron dentro de rangos que permiten la supervivencia de estos organismos, lo que incrementa el riesgo de introducción de especies exóticas.
Ante este escenario, el estudio destaca la necesidad urgente de avanzar hacia la implementación obligatoria de la norma D-2 en Chile, así como de establecer mecanismos efectivos de fiscalización. Se recomienda también el uso de sistemas certificados de tratamiento de agua de lastre a bordo, con tecnologías como radiación UV o procesos químicos.
“Las futuras políticas deben enfocarse en la prevención, alineándose con los marcos internacionales propuestos por la OMI. Cumplir con la normativa D-2 es clave para proteger la biodiversidad marina, reducir los riesgos para la bioseguridad y evitar impactos en la salud humana y las actividades productivas”, concluyó Pinochet.
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