La capital crece, el clima cambia y los ríos se agotan, pero el país aún no define un plan para asegurar el agua que sostendrá a los casi diez millones de personas que se estima habitarán la ciudad en 50 años.
En 2080, Santiago será una ciudad más poblada, más cálida, con lluvias todavía más inciertas y su acuífero casi agotado. La pregunta es incómoda, pero inevitable: ¿de dónde saldrá el agua para sostener la vida de cerca de diez millones de habitantes? Ríos exhaustos, embalses cordilleranos o plantas desaladoras a cientos de kilómetros son escenarios posibles. Ninguno, sin embargo, está realmente definido. Lo más inquietante es que Chile, simplemente, aún no lo debate.
A diferencia de China, Singapur o Emiratos Árabes, donde se planifican escenarios climáticos y urbanos con un horizonte de un siglo, en Chile la discusión sobre el agua se reduce a lo inmediato: los efectos del último temporal o las cuotas de riego de la temporada. No existe —al menos no de forma articulada— una hoja de ruta para garantizar el suministro hídrico a largo plazo. Un vacío que, advierten expertos, tiene implicancias ambientales, económicas y sociales profundas.
Rodrigo Sanhueza, director nacional de la Dirección General de Aguas (DGA)
“La Región Metropolitana concentra alrededor del 40% de la población del país, aportando al PIB nacional un promedio cercano al 46% durante los últimos diez años. Entonces, se debe entender el sentido de urgencia y avanzar en la Gestión Integrada de los Recursos Hídricos, no solo en Santiago, sino que a lo largo de Chile”, explica Rodrigo Sanhueza, director nacional de la Dirección General de Aguas (DGA).
Sobre los mecanismos para asegurar un uso eficiente y sostenible del agua, Sanhueza explica que la DGA está desarrollando diversas iniciativas de gestión enfocadas en fortalecer la seguridad y gobernanza del recurso. “Estamos formulando Planes Estratégicos de Recursos Hídricos en Cuencas. Asimismo, elaboramos el Plan de Adaptación al Cambio Climático para el sector de los Recursos Hídricos y un Plan de Acción para la
Gestión Integrada de Recursos Hídricos. Cada uno de estos instrumentos, que ha contado con la participación de la ciudadanía y de actores clave, tiene objetivos, medidas, responsables y plazos establecidos”.
En este escenario, el río Maipo es un actor protagónico. De él proviene cerca del 80% del agua que abastece a Santiago. Pero la cuenca ya está tensionada: déficit hídrico crónico, sobreexplotación y una institucionalidad dispersa que retrasa decisiones clave.
“Para asegurar el agua suficiente, tanto en la cuenca del Maipo como en las otras a lo largo del territorio, se requiere una Política de Estado, con autoridad nacional, gestión por cuencas, planes vinculantes, metas medibles y regulación adaptada al clima”, afirma Luis Baertl, presidente de la Junta de Vigilancia del río Maipo, primera sección (JVRM).
Y añade: “En el caso de la cuenca del Maipo, la Mesa Estratégica de Recursos Hídricos (MERH) ha demostrado que es posible alinear a los actores, pero urge dar el siguiente paso y avanzar hacia una hoja de ruta común. Nuestro compromiso es aportar datos y experiencia operativa para que transformemos el déficit hídrico en un desafío gestionable y aseguremos el agua que sostiene a la ciudad”.
Pero incluso con coordinación local, el sistema nacional sigue mostrando grietas. El problema no es solo técnico: también es institucional. El entramado jurídico y administrativo actual dificulta la coordinación entre organismos responsables y ralentiza la toma de decisiones estratégicas.
“La falta de planificación del recurso no obedece a un problema legislativo, sino a una deficiencia en la institucionalidad. Hoy, los organismos responsables o no generan la información necesaria o simplemente no logran coordinarse”, advierte Carlos Ciappa, abogado especializado en derecho de aguas.
A esto se suma una brecha silenciosa pero determinante: la desconexión entre el conocimiento disponible y la acción. Chile cuenta con proyecciones climáticas, modelos hidrológicos y escenarios poblacionales; sin embargo, no los vincula de forma efectiva con políticas públicas de largo plazo.
“No basta con preguntarnos qué infraestructura física necesitamos —canales, bocatomas o embalses—. Lo verdaderamente urgente es cómo mejoramos la tecnología para gestionar el agua con precisión, eficiencia y visión de futuro. No podemos seguir dependiendo de sistemas manuales o planillas desactualizadas cuando el cambio climático nos exige hacer más con menos”, plantea Emilio de la Jara, CEO de Capta Hydro.
Los expertos coinciden: Chile necesita abrir una conversación nacional sobre el agua. Proyectar escenarios, cerrar brechas y planificar con visión de largo plazo ya no es un lujo, sino una necesidad para evitar que la escasez de mañana se convierta en crisis estructural.
Últimas Publicaciones
Ediciones Especiales
Podcast Conpermisología
CONPERMISOLOGÍA CAP 1
Mario Marchese, director de HNH Energy, conversa sobre los alcances del proyecto, las acciones medioambientales,
con la comunidadad y los desafíos que aún deben sortear.