Además de electricidad, algunas de estas fuentes también tienen usos alternativos —como calefacción residencial— y permitirían electrificar de forma limpia las zonas más aisladas del país. En el sector advierten que se requieren señales de precios y ajustes regulatorios para masificar este tipo de proyectos.
(El Mercurio) “Las energías renovables tradicionales no serán capaces por sí solas de suplir toda la generación necesaria para descarbonizar 100%”. Esta constatación la hizo el presidente de la Asociación Chilena de Energías Renovables y Almacenamiento (Acera), Juan Ignacio Escobar, en un seminario hace unos días. Da cuenta de que aunque en la actualidad en el país hay 40.122 MW de proyectos eólicos y solares fotovoltaicos que cuentan con permiso ambiental y otros 13.692 MW que están en evaluación —casi dos veces la capacidad actual de todo el sistema eléctrico chileno (28.000 MW)—, ello no es suficiente para prescindir completamente de las tecnologías de generación que provocan emisiones, es decir, el carbón y el diésel.
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¿La razón? La generación en base a viento y sol no está disponible en forma continua, las 24 horas del día, y eso obliga a recurrir a fuentes fósiles para darles respaldo, debido a que la hidroelectricidad, que es la fuente renovable ideal para complementarlas, no es una opción realista tras 13 años de déficit hídrico. Claro que no todo está perdido. Chile cuenta con abundantes recursos que permitirían alcanzar la anhelada descarbonización total de la matriz. Se trata de las “otras” energías renovables: concentración solar de potencia (CSP), geotermia, bioenergía y marina, cuyo potencial a nivel local asciende, según las estimaciones de Acera, a nada menos que 793 mil MW. Pese a lo impactante de la cifra, hasta ahora estas fuentes tienen una escasa presencia en la matriz eléctrica y energética en general.
En el marco de un seminario organizado por la Cámara Chileno Norteamericana de Comercio (AmCham Chile), el secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Energía, José Venegas, dijo que es necesario contar con una matriz energética renovable que sea más homogénea, para que el sistema pueda responder cuando no hay sol o viento sin incrementar sus emisiones.
Pero en el sector privado aseguran que hay temas regulatorios, políticos y de señales de precio que hasta ahora han impedido esa diversificación. “Ha habido avances regulatorios que ayudaron al despegue de las energías renovables y también hubo una evolución de las tecnologías renovables que redujo sus costos de instalación, y todo eso se ha reflejado en una baja de los precios de la energía ofrecidos en las licitaciones de clientes regulados, pero ahora para abordar los desafíos futuros se requiere de algo distinto”, advierte Fernando González, gerente general de Cerro Dominador, la primera planta de CSP de América Latina, que está en la Región de Antofagasta, tiene 110 MW de potencia (combinados con un parque fotovoltaico de 100 MW) y hace un par de meses entró en operación comercial.
En el marco de un análisis sobre el resultado de la última licitación eléctrica para clientes regulados, donde el precio promedio de adjudicación fue US$ 23 por MWh, el más bajo registrado, la consultora Systep plantea que si bien desde 2014 las licitaciones permitieron cambiar la composición del parque generador, dichos procesos no consideraron la necesidad de asegurar la complementariedad de las renovables en condiciones normales de operación; y mucho menos ante eventos de crisis, refiriéndose al actual escenario de estrechez en el sistema, que obligó incluso a activar un decreto de racionamiento.
“Dados los cambios que estamos transitando como país en términos de alcanzar una matriz energética cada vez menos contaminante, es importante una coherencia entre los lineamientos de corto y largo plazo”, postulan. Y agregan que si bien es de gran importancia tener precios competitivos de energía para los usuarios finales, para lo cual las centrales de generación renovable variable han sido un aporte fundamental, es igual de importante identificar a tiempo las medidas, mecanismos y acciones que ayuden a viabilizar el objetivo de tener una matriz energética limpia, segura y flexible a largo plazo.
Leonardo Bastidas, gerente de Arauco Bioenergía —la filial eléctrica de la forestal controlada por el grupo Angelini—, dijo en un seminario organizado por Acera en el que se abordaron los desafíos para la masificación de estas otras energías renovables, que tal como en 2014, cuando la autoridad modificó el diseño de las licitaciones para adaptarla al perfil de operación de las centrales eólicas y solares, ahora los cambios deberían darse en el sentido de reservar energía para fuentes como la bioenergía o la geotermia, que pueden funcionar sin interrupciones y reemplazar al carbón en una relación de uno a uno. Es decir, se requeriría instalar en base a estas fuentes los poco más de 4.000 MW que serán retirados.
¿Cuál es la situación actual de estas energías?
En la industria agregan que otra de las ventajas de contar con más de estas renovables de base es que están disponibles a lo largo de todo el país y no concentradas en el norte, ya que esto reduce la presión sobre las redes de transmisión cuya capacidad estará limitada al menos durante los próximos diez años, de acuerdo con estimaciones del Coordinador Eléctrico Nacional (CNE).
Actualmente hay 453 MW en base a bioenergía —que incluye la biomasa (residuos forestales y licor negro, subproducto del proceso de la celulosa), cogeneración y biogás— y es la renovable de carácter continuo que tiene la mayor presencia en el Sistema Eléctrico Nacional (SEN). A esta capacidad se sumarán otros 230 MW provenientes del megaproyecto MAPA de Arauco, mientras que en paralelo la francesa Engie podría sumar otros 320 MW de generación correspondientes a la conversión a biomasa de dos de sus centrales a carbón. La concentración solar de potencia (CSP), que funciona a partir de la acumulación durante el día del calor del sol —utilizando sales minerales calentadas por el reflejo del sol en espejos— para generar electricidad durante la noche con turbinas a vapor convencionales, es una de las tecnologías que tiene el mayor potencial, con 550 mil MW. Sin embargo, para concretarlo es necesario derrumbar dos mitos: que no funciona y que es cara, dice Fernando González.
“Los costos de esta energía se han reducido y eso quedó demostrado en la última licitación para clientes regulados en la que ofrecimos un proyecto nuevo de CSP a un precio de US$ 33,9 por MWh”, explica el ejecutivo, quien precisa que pese a lo bajo de la oferta —comparada con los más de US$ 100 por MWh a los que Cerro Dominador subastó en 2014— no lograron adjudicarse ningún bloque en ese proceso. “Esto responde a que el esquema de licitaciones de clientes regulados valora fundamentalmente el precio de la energía como criterio de decisión, y no considera otros atributos importantes para el desarrollo del sistema eléctrico”, explica Darío Morales, director de Estudios de Acera.
Geotermia y energía marina, más allá de la electricidad
El alto costo de desarrollo explica en parte que, pese a tener todos los atributos para complementar los momentos en que el viento deja de soplar y el sol se esconde, la geotermia y la energía marina tengan hasta ahora un escaso desarrollo.
Respecto de la geotermia, Carlos Jorquera, gerente de proyectos de Espinos, empresa que desarrolla proyectos renovables y que previamente fue ejecutivo en empresas que intentaron desarrollar esta tecnología, como Energía Andina, ligada al grupo Luksic, asegura que para masificar este tipo de energía es necesario concebirla más allá de la producción de electricidad —de la que actualmente en el país solo hay 40 MW en operación en Cerro Pabellón—, y mirarla como una fuente multipropósito, pues a partir de ella también es posible entregar servicios de calefacción residencial con instalaciones ubicadas en las mismas ciudades.
“Es posible tener proyectos de geotermia a menos de 80 kilómetros de cualquier ciudad en Chile”, precisa, y dice que ello es posible porque para esta aplicación se requiere solo el calor de la tierra obtenida de reservorios subterráneos en los que puede o no haber agua —a diferencia de la generación eléctrica que sí la requiere— lo que reduce el riesgo y el costo de la exploración. En el caso de la energía marina, si bien a nivel mundial hay cientos de dispositivos con diversos grados de avance para captar la energía de las olas y las mareas, aún no hay ningún desarrollo a escala industrial, explica Gloria Maldonado, directora ejecutiva del Centro de Investigación e Innovación en Energía Marina (Meric).
Pese a ello, la especialista asegura que al menos tres tipos de equipos serían útiles en Chile para entregar abastecimiento eléctrico a comunidades pequeñas ubicadas en zonas alejadas o de difícil acceso en el sur del país. Y además, dice, hay dispositivos que con la energía del mar pueden desalinizar agua, la que también podría abastecer a un costo aceptable el requerimiento de agua de pequeños poblados en todo el país. Asimismo, esta tecnología puede tener un espacio comercial en la incipiente acuicultura en mar abierto —donde tiene menores impactos—, que ya se realiza en Noruega y China y que en Chile está en evaluación.
Fuente: El Mercurio
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