Plan de Sostenibilidad del Festival de Viña 2025: ¿realmente sostenible o marketing verde?

Según el consultor Rodrigo Vidal, la masividad del Festival de Festival de Viña implica una logística gigantesca que difícilmente podría ser completamente "verde". Más de 15.000 asistentes diarios, la construcción de escenarios, las necesidades de transporte de artistas, equipos técnicos y turistas generan una cantidad de emisiones que cualquier plan de mitigación debería considerar con seriedad. Los detalles sobre cómo se logrará una compensación efectiva y cuál será su alcance son difusos.

 

Por Rodrigo Vidal, gerente Consultoría de Sustenta+

 

Hace unos días, la organización del Festival de Viña del Mar 2025 -que comienza este domingo 23 de febrero-, anunció que contaba con un plan de sostenibilidad enfocado en la “gestión eficiente, sostenible y responsables de los residuos generados durante el Festival, contribuyendo al cuidado del medio ambiente y promoviendo la conciencia de reciclaje entre los asistentes”.

Habrá manipulación, clasificación y retiro de residuos periódicos con trazabilidad durante todo el evento festival. Además, entre otras acciones, por primera vez en la historia se medirá la huella de carbono del Festival de Viña del Mar.

La propuesta suena bien: huella de carbono, reciclaje, reforestación e inclusión. Se aplaude la ambición y la búsqueda de un cambio. Es una señal clara de cómo actuar como sociedad. Pero, ¿es esto realmente suficiente o hay algo de marketing verde detrás?

Javier Ojeda Laso, General Manager de Approbe

En el caso del Festival de Festival de Viña, su masividad implica una logística gigantesca que difícilmente podría ser completamente "verde". Más de 15.000 asistentes diarios, la construcción de escenarios, las necesidades de transporte de artistas, equipos técnicos y turistas generan una cantidad de emisiones que cualquier plan de mitigación debería considerar con seriedad. Los detalles sobre cómo se logrará una compensación efectiva y cuál será su alcance son difusos. 

 

En términos de diversidad e inclusión, se han anunciado medidas significativas. Se implementará un espacio adaptado para personas diagnosticadas dentro del espectro autista, con condiciones óptimas de calma mediante regulación acústica y visual, y asistencia de personal especializado.

Además, tanto la gala como las seis noches del festival contarán con interpretación en lengua de señas, asegurando que la población sorda pueda disfrutar plenamente del evento. Ahora bien, si revisamos la cartelera solo cerca del 20% de los artistas son mujeres.

 

En cuanto a la gestión de residuos, lo más publicitado, se ha anunciado un programa de reciclaje y reutilización de materiales, pero no hay claridad sobre cómo se garantizará su cumplimiento. Sin una infraestructura adecuada y un compromiso real de los asistentes y proveedores, estas iniciativas suelen quedar en buenas intenciones. Históricamente, eventos de esta magnitud han fracasado en su implementación, terminando con toneladas de residuos mal gestionados. Atentos a eso.

La propuesta tampoco considera temas como el manejo hídrico que es tremendamente sensible en una ciudad golpeada por la sequía y que sufrió un dramático incendio hace solo un año; o cadenas de suministros responsables, que cumplan con estándares de sostenibilidad en línea con los objetivos ESG del evento; ni tampoco se habla de contratación local para la organización y desarrollo del evento, asegurando que el valor y el desarrollo de capacidades quede en el territorio. Tareas que quedan pendientes.

 

Más allá de los anuncios mediáticos, la sostenibilidad requiere compromiso con el involucramiento de grupos de interés y, en especial, de la comunidad, al momento de definir objetivos y metas a alcanzar, además de transparencia y acción efectiva. Si el Festival de Viña quiere ser un referente en sostenibilidad, debe demostrar con hechos concretos que sus iniciativas no son solo un recurso de marketing. 

 

Si bien estas acciones representan un paso significativo hacia la realización de eventos masivos más responsables y conscientes, surge una pregunta crucial: ¿serán estas iniciativas suficientes para generar un cambio duradero en la industria del entretenimiento en Chile y las versiones futuras del festival? Solo el tiempo y el compromiso continuo de los organizadores y asistentes determinarán si éste es el comienzo de una nueva era de festivales sostenibles en el país. 

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