“Si hay algo bueno que nos ha dejado la pandemia, es que nos está regalando la oportunidad de valorar lo esencial para nuestras vidas y que nada hay que dar por sentado”.
Margarita Ducci
Directora Ejecutiva Pacto Global Red Chile
En inglés existe una expresión muy clara para ese concepto: “to take for granted”, que es mucho más elocuente que en nuestro idioma. Su significado es preciso, ya que da por sentado la base de ciertas cosas, como si ellas estuvieran garantizadas y ni siquiera fuera necesario cuestionar su existencia.
Desde el estallido social, poco a poco, empezamos a sentir que no podíamos dar por hecho una mínima seguridad ciudadana, las normas implícitas de convivencia social y la relación de respeto básico entre las personas en nuestra sociedad. Algo que creíamos relativamente garantizado, ya no lo era.
Meses más tarde y a partir de la aparición del coronavirus en todo el mundo, comenzamos a vislumbrar, con estupor, esta letal e inesperada amenaza para nuestra salud, e incluso para nuestra sobrevivencia. Algo que creíamos solo posible de imaginar en la ficción, se transformaba velozmente en una dramática realidad. Luego, vino el desplome de las economías, la pérdida de las fuentes de empleo y la angustia de no contar con ingresos que para muchos ha sido un golpe fatal, -vivido como una experiencia inmerecida-, a la que cuesta encontrar una explicación. Antes de esto, nos sentíamos relativamente seguros, pero esa seguridad se desvaneció.
Y es que, cuando las cosas se dan por sentado, dejamos de ver la auténtica importancia de todas ellas, y es entonces, cuando dejamos de esforzarnos por lograr aquello que realmente consideramos fundamental en nuestras vidas. De algún modo, lo que todos solemos dar por sentado, es nuestra cotidianidad. Nos dejamos llevar por la rutina sin detenernos a pensar que, tal vez, la auténtica felicidad esté en esa sencillez del día a día: dar un paseo, compartir un café, una conversación o un abrazo. Eso hoy, más que nunca, cobra un valor inconmensurable.
Al momento de pensar en la reactivación, nos preguntamos qué es lo esencial, qué debemos mantener, qué es lo superfluo que ya no nos interesa, y qué es lo que antes nos hacía daño para el bienestar personal y para la sociedad. Sin duda, que la carrera desenfrenada por el éxito, el consumo inútil y exacerbado, la desigualdad, la desconsideración con las personas y con el medio ambiente, la despreocupación por la pérdida de la biodiversidad, se nos aparecen hoy día como errores garrafales que veníamos cometiendo.
Así, el confinamiento nos ha dado la oportunidad de reflexionar sobre los valores más importantes del ser humano, el afecto y la generosidad, la necesidad imperiosa del apoyo entre unos y otros, en los momentos difíciles y por sobre todo, valorar aún más a las personas, amigos y familia.
El grave problema es que la sociedad de consumo que veníamos viviendo, nos había vuelto insensibles a valorizar lo esencial, perdiendo contacto con lo realmente importante, y enfocando nuestra energía en cosas menos gratificantes. Lo lamentable es que siempre terminamos dándonos cuenta qué tan importante es algo cuando lo perdemos.
Este es el momento en que aprendemos a darle el valor merecido a las cosas y el repensar la sociedad que queremos construir. Por eso, si hay algo bueno que nos ha dejado la pandemia, es que nos está regalando la oportunidad de valorar lo esencial para nuestras vidas y que nada hay que dar por sentado.
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